Trescientas veces gracias

Posted by El último diez On 5/03/2010 10:15:00 p. m. 0 comentarios

Su paso por Boca. De joven, sus copas, el topo gigio y anteayer, contra el rojo en su partido 300.

“Cuando le dije que la posibilidad de ir a River era más firme que la de Boca, se puso tan mal que fue como si le hubiera anunciado la muerte de un familiar”. Las palabras de Marcos Franchi – representante del 10- datan de hace más de diez años. La situación marca un antes y un después: el día que Román decidió, con su llanto, que no quería ponerse la banda. Quería ponerse la azul y oro.

Así, con solo 18 años y sin ningún minuto en primera, llegó silbando bajito a la Ribera. Tapado por la figura de César La Paglia, Román llegó dentro de un paquete que costó la pequeña suma de 800 mil dólares.

Tres meses bastarían para verlo por primera vez pisando la Bombonera. Y fue el sueño del pibe. No solo debutó aquel 10 de Noviembre de 1996 de la mano de Carlos Salvador Bilardo, con pase incluido a Fernando Cáceres en uno de los goles, sino que también se llevó todo los flashes. La gente se rindió a los pies del chico que llegaba desde Argentinos Juniors con la 8 en la espalda y se lo hizo saber con un cálido “Riqueeeelme Riqueeeelme”, hit clásico del templo boquense de ahí en más. “Boca gastó 20 palos verdes pero zafó por el pibe Riquelme”, tituló por esos días la por entonces semanal El Gráfico, y lo eligió como el mejor del partido. Había debutado con el club de sus amores, siendo la figura y ganándose, con un puñado de minutos, su primera ovación de esa gente de la cual era parte desde chico. Un debut que marcaría lo que sería su futuro con la azul y oro.

El primer gol no se haría esperar. En su tercer partido, ante Huracán, deleitaría al público xeneize con un golazo marca JR. Aquel día fue 6 a 0 de local y Román selló la goleada con el sexto tanto.

No sería mucha su participación en el once titular en las etapas de Bilardo y Veira, ingresando como carrilero en algunos partidos, función que no le gustaba ni siquiera cuando era un juvenil. “Esto no me gusta para nada. No me divierto así. Yo no siento este tipo de fútbol”, aseguraba por aquel entonces. Sin embargo, uno de los partidos más recordados, es de aquella etapa. En el último partido oficial de Maradona, el superclásico del 25 de octubre 1997, Riquelme ingresó por él en el entretiempo cuando el equipo perdía 1 a 0. Finalmente cambió la historia siendo una de las figuras del encuentro y todo terminó en triunfo por 2 a 1 en el Monumental.

Pero lo mejor estaba por venir. Para 1998 tal vez la persona más importante de su carrera desembarcó en el Mundo Boca: Carlos Bianchi. El DT, que venía de ganar todo con Vélez, supo aprovechar al máximo las cualidades del 10. Supo mimarlo, aconsejarlo, llevarlo de a poco y extraer lo mejor de él. Le dio su número preferido para que lo lleve en la espalda y lo luzca con honores en el verde césped. Las actitudes del técnico para con él influyeron enormemente en su rendimiento. “Para que seamos campeones vos tenés que hacer 6 o 7 goles por torneo”, le exigió el Virrey. Y lo cumplió con creces.

De esta manera, lo logros no tardaron en llegar. El club consiguió de la mano de ellos y un gran equipo el bicampeonato -Apertura 98 y Clausura 99-, superando la increíble marca del Racing de Pizzuti de 39 partidos invictos, llegando a 40. Al año siguiente, llegaría lo más importante. Un nuevo logró nacional –el Apertura 00- se sumaba a los dos anteriores, pero el club daría el gran batacazo a nivel internacional. Primero, con la obtención luego de 23 años de la Copa Libertadores, con un Riquelme inspirado, sobretodo en las instancias decisivas. Pero la frutilla del postre llegaría en Tokio. Frente a un Real Madrid lleno de figuras, el 10 se dio el gusto de ser campeón del mundo con el club de sus amores y mostrar su talento al mundo, que quedó impactado por ese chico azul y oro con el diez en la espalda que ponía la pelota debajo de la suela. Makelele y compañía todavía sueñan con sacársela.

El 2001 fue el último gran año de su primera etapa en el club. A pesar de no poder conseguir ningún título nacional, se dio el enorme gusto de ser bicampeón de América. Con una majestuosa participación en las rondas finales, con goles decisivos ante Palmeiras en semifinales, levantó la Copa una vez más y se consagró como mejor jugador de la final, frente al Cruz Azul mexicano.

Los problemas con el presidente Macri sumados al secuestro de su hermano Cristian lo empujaron al primer adiós en 2002, cuando desembarcó en Barcelona. Y su regresó se haría esperar.

Pero como esperar tiene su premio, la paciencia xeneize se vio beneficiada en 2007 con el regreso estelar del ídolo, aunque tan solo por 4 meses. Descartado por el técnico Pellegrini en Villareal –a pesar de poner en un lugar de privilegio en Europa a un equipo de cuarta categoría de España- el 10 volvió a Boca para lograr un objetivo: ganar su tercera Copa Libertadores. Y fue amo y señor. De punta a punta, de menor a mayor, JR arrasó. Convirtió goles para todos los gustos y en todas las canchas, incluidos tres goles en la final. Así, levanto la Copa una vez más y mostró su mejor versión con la camiseta de Boca. Inigualable. Y pensar que los de enfrente solo tienen dos…

Lamentablemente para él y para el club, tuvo que regresar por contrato al submarino amarillo, donde lo esperaba un asiento en la platea y ninguna posibilidad de saltar a la cancha. Pero nuevamente, en 2008, aparecería el club de sus amores para repatriarlo definitivamente. En un pase record para el fútbol argentino, volvió a ponerse la 10 xeneize –su camiseta- y dibujarse una vez más una sonrisa en la cara. Estaba en Boca y con su gente, y eso lo hacía feliz.

Luego llegaría una frustrada eliminación en semis de Copa con Fluminense, en un altísimo nivel, el título en la Recopa ante Arsenal, y un nuevo Apertura en el famoso triangular frente a San Lorenzo y Tigre. Clave en la obtención de ese campeonato, con goles decisivos en la recta final y una majestuosa asistencia a Palacio en el match definitorio contra los de Boedo. Ah, los de enfrente, ahora, fueron últimos.

En 2009 lo acarrearon las lesiones. Estuvo más tiempo fuera que dentro de las canchas, completando una temporada para el olvido. Sin embargo, cuando el 10 pisaba la cancha, como suele pasar, el equipo jugaba a otra cosa.

Pero para el año actual Román dejó las lesiones de lado y participó de casi todos los partidos del equipo. Y a pesar de la campaña irregular, y con parte del periodismo y la mismísima 12 en contra, es una de las figuras y el mayor asistidor del campeonato.

Fueron casi diez años –repartidos en tres etapas- de magia, alegría y títulos. Caños, gambetas y goles, vestidos de gloria y eternidad. Fueron 71 tantos y quien sabe cuántas asistencias. Fue el caño para atrás a Yepes y el imposible en Arroyito. Fue la guapeada en Brasil ante Palmeiras. Fue el baile al Madrid en tierras japonesas. Fue el gol a Costanzo en la Bombonera. Fue el Topo Gigio. Fue el que quiso jugar al fútbol y le metieron el dedo ahí atrás, y si, literalmente también, pero siempre ganó. Fue el zapatazo a Gremio con los pantalones amarillos. Fue el que se peleó con “el más grande” y salió ileso, y hasta victorioso con su gente. Fue el que amargó siempre al clásico rival, porque además de ser jugador, es hincha. Fue el diez, 300 veces. Es el diez. Trescientas veces gracias, y que sean muchas más.

PD: Ya sé que Boca bajó al Rojo del campeonato, ganó de visitante después de 13 partidos y dos seguidos luego de 25. Ah, y Palermo volvió a convertir y es goleador del campeonato. Ya sé todo eso. Pero Román cumplió 300 partidos con la azul y oro.


Cancion.

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