Manos arriba del 10. Endiablado por el periodismo, endiosado por el pueblo xeneize.

La nota parece de hoy. Pero no, es de hace casi dos meses. Al leerla pareciese que estuviera hablando del presente, y es tal así porque las razones de la nota son cuasi similares a lo que pasa hoy en día en el Mundo Boca. Algo que viene pasando hace un largo tiempo. El perfil endiablado que la prensa le da a Román. Algo que traté de expresar durante estos días acá en el blog, en las palabras de Marcelo Guerrero hace unos 60 días, alguien más que autorizado para analizar y hablar sobre el ámbito xeneize.

Los periodistas también juegan en Boca, pocas veces a favor. Están los que no quieren al club y manifiestan ese rechazo desde variados espacios. Asumidos, encubiertos o conversos, podríamos considerarlos parte del folclore. Más daño que ellos hacen otros, que son o dicen ser del palo auriazul y apuestan a fracasos individuales y colectivos por enemistad o rencor.

Fue obscena, por caso, la persecución a Bianchi: las cifras de su salario aparecieron hasta en Cartoon Network. Igualmente difundidos fueron sus enojos con los mismos personajes que lo liquidaban en cadena nacional.

Mayor todavía es el ensañamiento con Riquelme. Uno entiende que lo desprecien colegas identificados con otros colores, pues Román ganó todo en Boca y lo hizo con un estilo que desmiente el burdo estereotipo xeneize. Aunque sea un deleite para paladares exigentes, es difícil que los contreras gocen si el hombre tira un caño de espaldas. Es llamativo, en cambio, que lo cuestionen los dueños de la verdad en el llamado Mundo Boca, los que saben a qué hora llegó cada jugador, dónde estacionó su nuevo auto, con quién habló en la práctica, con quién discutió en el vestuario, con quién se fue a comer después... Riquelme no se esfuerza por ser simpático con estos muchachos súper informados ni con quienes pontifican delante de un micrófono radial y/o televisivo: los mira de lejos y con recelo, contesta seco sus preguntas. A diferencia de él, otros players se muestran mucho más afables en el trato. Y ahí empieza la confusión. Como Palermo, por ejemplo, se detiene a charlar y Riquelme sigue de largo, uno es una belleza de persona y el otro un monstruo, por usar una frase publicable.

Los hinchas de Boca aman a los dos por lo que dieron (y dan) dentro de la cancha, ¡qué importan los chistes con el conductor de un programa! Martín no trabaja de RR.PP. sino de goleador, pero al lado de Román merece un puesto en la Cancillería. Esto explica la dualidad bueno-malo de la historia que se pretende vender, como si los egos de un grupo fueran propiedad exclusiva de uno solo de sus integrantes. ¿Observaron que los reportajes al 9 se desenvuelven en un clima cordial, mientras que en las conferencias del 10 se respira tensión?

Así, con Riquelme a la defensiva y entrevistadores al ataque, se genera una mutua repulsa, expresada públicamente en episodios como el de ayer. No fue el primero ni será el último, en tanto haya comunicadores que subordinen la información y el análisis a su relación con los protagonistas.

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