Riquelme, el sospechoso de siempre.

Posted by El último diez On 2/16/2012 08:25:00 p. m. 0 comentarios

Un repaso por la relación de Riquelme y Falcioni desde su llegada a Boca. Desde aquel comienzo tormentoso en el Clausura 2011, pasando por la obtención del título a los reproches en el vestuario de Barinas. Todo de la mano de una pluma invitada de lujo. Para sentarse y leer.

Por Martín González (@Martin_Gonzal) - Impulsor del Monumento a Riquelme y redactor de inferiores en MuyBoca.com

Falcioni mira, Riquelme corre. Varias veces, el DT quiso hacerle sentir quien mandaba.
La novela no comenzó ayer, ni tampoco con Falcioni obteniendo un campeonato de forma invicta. Eso es lo que intentan mostrar aquellos que encuentran en Julio Cesar  a su referente, al ícono de un futbol en decadencia. La memoria selectiva es un atajo que siempre nos lleva a una salida equivocada. La historia de Falcioni y Riquelme comienza con la llegada del DT al club, ese en donde Riquelme ya había escrito cientos de páginas gloriosas mientras que el entrenador llegaba para demostrar. Una sola escena no alcanza para adentrarse en el verdadero guión de una película, por eso siempre es bueno comenzar desde el inicio para revisar todos los detalles. 

Desde que  Falcioni llegó a Boca colaboró con la repetida instalación de sospechas sobre Riquelme. Omitir eso es  deformar la realidad pasada. Que un jugador no sea del gusto de un DT es respetable si se trata de una cuestión de preferencias, aun cuando el despreciado sea este talentoso mediocampista. Pero lo que no se puede minimizar son los prejuicios que siempre existieron sobre Román. Algunos de los periodistas que hoy están enfrentados con el DT de Boca fueron voceros de los rumores que salían desde el entorno del entrenador: Que Riquelme estaba roto, que le harían saber al 10 lo que significaba la verdadera autoridad y que en la idea de juego de Falcioni, Román no encajaría, fueron algunos de los mensajes que transmitían sus periodistas aliados, esos mismos con quienes hace días el DT protagonizó otro capítulo desafortunado y escandaloso de una historia “tirada de los pelos”.

El primer verano se mostraba auspicioso de la mano de un 4-4-2 que permitía a Falcioni sacar pecho con su dibujo preferido. Con el comienzo de la temporada oficial, los pergaminos de Riquelme obligaron al técnico a resignar por un tiempo su libreto. Nunca estuvo convencido de eso, para Julio Cesar significó traicionarse a sí mismo, algo que nunca se perdonaría y  lo llevaría a mantenerse agazapado y a cargarse de rencor. Pero un par de resultados adversos con Riquelme en cancha le allanaron el camino al DT, permitiéndole reflotar sus convicciones: Jugar sin un enlace.

Lo que sucedió luego también es historia conocida. Riquelme ya se había recuperado de una lesión  que había hecho resurgir la desconfianza del técnico. Al retornar a las prácticas, el DT lo mando a jugar con los suplentes en una práctica donde el 10 se destacó. No conforme con eso, al día siguiente Falcioni dejó luir sus recelos y quiso hacerle sentir el rigor de la autoridad mandándolo a “correr como un boludo” (Riquelme dixit). Buscaba darle un escarmiento vaya a saber uno porque, al fin y al cabo no importaban las razones ya que Román siempre fue un sospechoso para el “emperador”.

Esos primeros seis meses terminaron con un Boca sin rumbo y con el retiro de una gloria como Palermo. El nuevo semestre, el segundo del ciclo del entrenador en el club, era su última oportunidad para mantenerse en ese lugar en el que siempre quiso estar. Por eso no dudó en quemar sus libros (como diría un amigo mío), sus principios, su esencia, dándole a Riquelme ese lugar de protagonismo que el astro se había ganado a fuerza de futbol a través de sus años en él. Se disfrazó de fundamentalista del 4-3-1-2 de la mano de un Román que siempre parece tener la  bola de cristal, dentro y fuera de la cancha. 

Como había anticipado el torero, si Boca lograba una buena cosecha de puntos al comenzar el campeonato, todo sería más sencillo a diferencia de inicios anteriores con magros resultados. Y así fue nomás. Al compás de un Riquelme inspirado, Boca comenzó a gestar una manera. “Boca va primero jugando de la misma manera que 15 años atrás. Una manera muy simple. Cuatro defensores, tres volantes, un mediapunta y dos delanteros” decía Román en defensa de su idea para Boca.

Se logró el campeonato en forma invicta y con holgura, aun sin Riquelme en varios partidos del campeonato. El equipo ya tenía una identidad, reforzada por el aporte de grandes refuerzos como Schiavi y Orión entre otros, más el sentido de orden que le inculcó el técnico, pero cuando jugaba el 10, el equipo recuperaba la memoria para transitar los caminos que lo encauzaron hacia el título. 

Sin embargo este presente estable, no alcanzó para que el entrenador auriazul mantuviera su equilibrio. Los resultados siempre son su parámetro para la toma de decisiones. Y así fue. Un empate que suena a poco bastó para que el DT se sincerara. 

Según los trascendidos, Falcioni habría reprochado a Cvitanich por obedecer las indicaciones de Riquelme en detrimento de las suyas. Distinta seguramente hubiese sido la historia si Schiavi, Somoza o cualquier otro futbolista fuese el destinatario de las acusaciones del técnico, pero como de costumbre, Riquelme ya había sido sometido a un juicio previo, sin la posibilidad de presentar pruebas que pudieran dar por tierra con las presunciones del emperador.

Lo trauman las indicaciones de Riquelme a sus compañeros, pero técnicos exitosos como Banchi, Basile, Pekerman o Russo potenciaban esa inteligencia y visión del 10 para gerenciar, otorgándole la función de estratega y vocero dentro del campo. En muchos partidos se ha visto a Román dando indicaciones a sus compañeros, con el aval de sus entrenadores quienes jamás se sintieron humillados. Falcioni parece no entender que Riquelme no necesita de gestos o palabras para influir en el juego. Un jugador de esas características se manifiesta con sus pases, marcando los ritmos, eligiendo la manera de atacar, decidiendo por cuál de las bandas es más permeable el rival. No entender eso es un síntoma de poca lucidez, esa que se ve nublada por los pensamientos aprensivos.

Este último capítulo de la historia de Falcioni comenzó a escribirse en Venezuela. La deslucida actuación de su equipo lo llevó a reflotar viejos rencores y a liberar antiguos fantasmas. Descoordinado, fuera de tiempo, de lugar, equivocado en las formas  y desconociendo el escenario donde le toca actuar, Falcioni salió a escena desnudo. El técnico nunca se perdonará haber resignado sus propias convicciones. Su orgullo lo hace creer que por haber formado un equipo basado en un enganche, incurrió en un renunciamiento imperdonable en lugar de entenderlo como una superación personal. Esa culpa que lo atormenta y es la pólvora que detona sus equivocadas reacciones. 

Un optimista hubiese pensado que contar con Riquelme no era tan malo como muchos auguraban. Al fin y al cabo el plantel se muestra más unido que nunca. Pareciera que ayer el DT pudo comprobarlo en carne propia con el apoyo de varios referentes hacia Román. Pero fiel a su costumbre, Falcioni se empecina en mantenerse refugiado  en su propio campo, ansioso por acertar un contragolpe. Su falta de manejo generó una desafortunada jugada que pone en jaque a su propio equipo, ese en el que siempre soñó desempeñarse y al que con tanta paranoia cuida. Quizás nunca pueda superar su rechazo hacia la figura del enganche, mucho menos si se trata del emblemático Riquelme. De Falcioni depende. Debe aprender a manejar el protagonismo que implica un gigante como Boca Juniors. Por ahora va perdiendo por goleada. Al fin y al cabo se juega como se vive.

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